¿De verdad quieres que tus hijos e hijas sean felices?

Un padre de la mano de su hija en la playa disfrutan de la tarde, la mejor terapia de psicología

Reflexión sobre las expectativas adultas y el acompañamiento emocional en la infancia


¿Cuántas veces has dicho o escuchado aquello de “solo quiero que mis hijos e hijas sean felices”? Esta frase, que parece un acto de amor incondicional, encierra muchas veces una trampa emocional invisible: habla más de las necesidades de las personas adultas que de las necesidades reales de la infancia

En este artículo te invito a mirar esta idea desde una perspectiva psicológica y humana, para acompañar mejor a la infancia y ofrecer un espacio donde puedan sentirse seguras y comprendidas, también en sus emociones difíciles.

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¿Qué esconde realmente el deseo de que sean felices?

Cuando deseamos que nuestros hijos e hijas sean felices, a veces lo que buscamos sin darnos cuenta es sentirnos bien al verles sonreír. Nos alivia verles contentos, y nos cuesta sostener cuando expresan tristeza, miedo, enfado o frustración.

De forma inconsciente, podemos esperar que ellos regulen su mundo emocional para que nosotros no nos sintamos incómodos.

Ya lo explicó Winnicott (1960) al señalar que la función de madres, padres y figuras de cuidado no es proteger a la infancia de las emociones dolorosas, sino ofrecer un entorno lo suficientemente seguro como para que puedan sentirlas y procesarlas.

El problema no es que los niños y niñas sientan tristeza, enfado o miedo, sino nuestro propio malestar al verles pasarlo mal.


El riesgo de convertir la felicidad en una meta

La felicidad no es un estado continuo. Las investigaciones en psicología positiva (Lyubomirsky et al., 2005) demuestran que es fluctuante, depende de muchos factores y cambia a lo largo de la vida.

Si les transmitimos la idea de que lo esperado es estar siempre felices, pueden:

• Aprender a ocultar emociones como la tristeza, la rabia o la decepción.

• Sentir que no tienen permiso para mostrar sus emociones cuando estas son incómodas.

• Desconectarse de lo que sienten para evitar generar malestar en las personas adultas.

Pero las emociones no desaparecen por esconderlas. Quedan sin procesar y pueden dificultar su bienestar emocional a medio y largo plazo.


Todas las emociones son necesarias

Desde una perspectiva neuropsicológica y evolutiva (Panksepp, 1998; Siegel, 2012) sabemos que cada emoción cumple una función importante:

• La tristeza ayuda a elaborar las pérdidas.

• El miedo nos protege de los peligros.

• El enfado nos muestra que algo nos ha herido o nos incomoda.

• La frustración nos entrena en la tolerancia y la paciencia.

Evitar que vivan estas emociones no les prepara mejor, sino todo lo contrario. Lo que necesitan es experimentar, comprender y aprender a regular sus emociones, acompañados de una persona adulta disponible y confiable.


Lo que la infancia realmente necesita

No necesitan que les aseguremos estar siempre felices, sino:

• Que les acompañemos cuando sientan tristeza, enfado, miedo o inseguridad.

• Que puedan expresarse sin que intentemos rápidamente arreglar lo que sienten.

• Que normalicemos las emociones difíciles como parte natural de la vida.

La teoría del apego (Bowlby, 1969) y las investigaciones sobre mentalización (Fonagy y Target, 1997) nos muestran que lo que da seguridad emocional no es evitar el malestar, sino saber que pueden sentirlo sin quedarse solas o solos en ese proceso.


La relación con nuestro propio mundo emocional

Es habitual que, en consulta, surja esta pregunta:

”¿Qué pasa si no sé sostener lo que sienten?”

La respuesta es simple pero profunda: primero necesitamos sostenernos a nosotras y nosotros mismos.

Autores como Siegel (2012) o Schore (2003) nos muestran que la capacidad de los niños y niñas para regularse emocionalmente depende de la regulación de las figuras adultas. No basta con decir “tranquila”, “todo irá bien” si nos desbordamos por dentro. La regulación emocional se transmite a través de la presencia.

Cuando no hemos aprendido a convivir con nuestras propias emociones difíciles, es muy difícil acompañarlas en la infancia sin intentar eliminarlas.


Entonces, ¿qué es realmente importante?

Más allá de desear su felicidad, lo que verdaderamente necesitan es:

✔ Ser una base segura en cualquier emoción

✔ Validar lo que sienten, sin urgencia por cambiarlo

✔ Estar disponibles y presentes, sin juicio ni prisa

✔ Mostrar con naturalidad que todas las emociones tienen su lugar

✔ Crear espacios donde puedan expresar lo que sienten sin miedo

El bienestar emocional no consiste en evitar el malestar, sino en ofrecer una relación que les permita atravesarlo acompañados.


¿Cómo acompañar en el día a día?

Algunas claves que pueden ayudarte:

• No busques solo que estén felices, permíteles también estar tristes, enfadados o con miedo.

• Escucha lo que sienten sin prisa por arreglarlo.

• Cuida tu propio mundo emocional, cuanto más te sostengas tú, mejor les sostendrás a ellas y ellos.

• Normaliza que todas las emociones forman parte de la vida.

• Recuerda que no siempre es necesario solucionar, muchas veces basta con estar.


Conclusión

Querer que quienes amamos sean felices es humano y legítimo. Pero si miramos con profundidad, descubrimos que la tarea no es garantizarles felicidad constante, sino ofrecerles un refugio seguro para vivir todas sus emociones.

Lo verdaderamente importante no es evitar que sufran, sino que, cuando sufran, puedan saber que no estarán solos ni solas.


¿Te gustaría profundizar en este proceso?

Si te has sentido identificada o identificado con esta reflexión y quieres aprender a sostener mejor tu propio mundo emocional o el de tus hijos e hijas, podemos hacerlo juntas.

En El Baúl de Psicología ofrezco acompañamiento psicológico online y presencial, adaptado a las necesidades de cada persona.

Si lo necesitas, estoy aquí para acompañarte.

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Preguntas frecuentes sobre acompañamiento emocional en la infancia

1. ¿Por qué no es suficiente desear que los niños sean felices?
Porque la felicidad no es un estado constante. Las niñas y niños necesitan poder sentir todas sus emociones, no solo las agradables, y saber que no estarán solos cuando surjan las difíciles.


2. ¿Qué pasa si intento evitar que mis hijos sientan tristeza o enfado?
Puedes transmitirles, sin querer, que esas emociones no son válidas. Esto puede llevarles a reprimir lo que sienten y a desconectarse de su mundo emocional, afectando su bienestar futuro.


3. ¿Qué necesita un niño o niña cuando está triste, enfadado o asustado?
Necesita una persona adulta que le acompañe con presencia, calma y sin juicio. No hace falta que soluciones todo, basta con estar y validar lo que siente.


4. ¿Qué puedo hacer si a mí también me cuesta sostener emociones difíciles?
El primer paso es trabajarlo en ti. Cuanto más capaz seas de sostener tus propias emociones, más capacidad tendrás de acompañar las de los demás, especialmente las de tus hijos.


5. ¿La felicidad infantil se construye evitando el malestar?
No. Se construye creando vínculos seguros en los que las emociones —todas— tengan espacio. Lo que realmente aporta bienestar es saber que pueden sentir lo que sienten sin miedo a perder tu cercanía.